La de anoche fue una noche soñada, bella y mágica en partes iguales. Abel Pintos inauguró la Plaza de la Música con su Sueño dorado (tal el título de su último disco) y conquistó a pura fuerza interpretativa a un público cordobés que colmó cada rincón de la nueva vieja sala. Porque hay que tener en cuenta que este espacio inaugurado no es otro que la antigua Usina, aún no intervenida en trazo grueso por los nuevos concesionarios (ver "Un plan...").
En la previa, el desafío no era menor, trasladar la increíble belleza natural de la Ciudad Sagrada de los Indios Quilmes (Tucumán), donde fue grabado el CD + DVD que Pintos está presentando, y montar todo ese paisaje de ensueño en un tablado. Parecía imposible, pero el joven y experimentado cantante bonaerense lo hizo. Así fue que durante cerca de dos horas recreó ese pequeño microclima sumando y transportando a todos los presentes en su onírica experiencia musical.
Una suave brisa electrónica acompañó el inicio de la noche en las versiones de Quién pudiera, un bello huayno andino, y El beso/ Quisiera, canción en tono de zamba que Pintos interpretó en plan intimista. Este comienzo fue premiado por la primera gran ovación, que el cantor retribuyó con un enérgico "buenas noches, Córdoba".
Luego pasaron La llave, en su nueva textura remozada, y Sueño dorado, que tuvo un extenso preámbulo de Abel en el que contó los alcances de este ambicioso proyecto artístico. En Zamba para olvidarte, de Julio Fontana y Daniel Toro, Pintos alardeó con el alcance de su registro; esta confianza en su garganta, este nivel de autoestima, le vino de perillas al aire flamenco que tuvo la versión.
Por entonces, la mayoría femenina le pidió a Pintos el tradicional "a ver, a ver, cómo mueve la colita", pero el cantor la cortó en seco, aunque muy amablemente. Abel les aclaró a las chicas que "este es un show", y les hizo notar que trabajó mucho el clima de misterio que el cántico popular cortó por lo sanó. En suma, fue un reto con muchísima clase, que denota que Pintos hace tiempo que ejerce como buen domador de multitudes.
Canción que acuna mostró que, además de ser un gran intérprete, las composiciones de Abel son contundentes. Con Cactus, hermosa relectura del tema de Cerati, dejó en claro que la elasticidad rítmica - tímbrica que propone desde hace un buen tiempo, le suma otras miradas a su arte, que no necesariamente lo alejan de lo tradicional. A la altura de Flores en el río, se refirió a la apertura de la Plaza de la Música. Si bien dijo que es buen nombre para un bello lugar, confesó que para él la ex Usina debería considerarse "una catedral".
Bailando con tu sombra (Alelí), la obra de Víctor Heredia con la cual ganó el Festival de Viña del Mar en 2004, trajo consigo otra revelación del joven y venerado cantor. "Antes de interpretarla, siempre pienso ‘cómo no se me ocurrió a mí'; hice una para estar a la altura, pero enseguida me di cuenta que era un robo", reveló para desatar un mar de risas y otro gritito de histeria. Hacia el final, llegaron los "latinosos" Ofrezco y Tiempo, El antigal a capella y Tu voz entonada espontáneamente por el público. Era lo que faltaba para constatar que no hay cuerda que este artista no sepa tocar. Pasó Abel Pintos. La plaza estuvo llena y los corazones, contentos.
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